Finaliza el mes de febrero y, como viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales, las almadrabas gaditanas (Conil de la Frontera, Zahara de los Atunes, Barbate y Tarifa) comienzan a despertar de su letargo.
Despertar que tiene lugar con los trabajos, primero en tierra, de la llamada faena de calamento y que consisten en preparar las redes, boyas, cables de acero y pesadas anclas (cada una pesa en torno a 400 kilos) que servirán para, con posterioridad (segunda fase del calamento), armar las almadrabas en la mar.
Durante estos primeros días, los almadraberos se afanarán en reparar las redes de las ‘heridas’ de la pasada campaña de capturas, engrasar el cableado, limpiar y preparar las anclas que fijarán el arte al fondo y comprobar que las boyas están en perfectas condiciones para elevar las redes y señalizar la almadraba en superficie.
Son días de gran intensidad e ilusión para los almadraberos y para esos pueblos del litoral de La Janda y Tarifa cuya economía y empleo dependen, en gran parte, de todo lo que mueve el que, para muchos, es el producto top de la gastronomía gaditana, el atún rojo de almadraba.
Según prevé el capitán de la almadraba de Conil de la Frontera, Antonio Ponce, será a partir de la segunda quincena de abril cuando comiencen a hervir los copos y tengan lugar las primeras ‘levantás’.
Cabe recordar que esta temporada, al igual que en 2023, las cuatro almadrabas gaditanas podrán levantar 1.643,167 toneladas, repartidas de la siguiente manera: 454,124 para Barbate; 413,264, Conil de la Frontera; 426,325, Zahara de los Atunes y 349,454 para Tarifa.
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