Si hay algo que nos apasiona de Cádiz, de su costa y pueblos con grandes lazos con el mar, es que pese al tiempo transcurrido, a lo limitado de su territorio frente a otros, a los grandes avances tecnológicos que se producen y que parecen que todo lo controlan, sigue sorprendiéndonos con lugares inimaginables e impregnados de magia e historia.
Uno de esos lugares quizás no os suene. Se le conoce como la Cueva del Pájaro Azul y, desde la década de los 60 del siglo pasado hasta 1985, era popular por ser uno de los templos del arte más universal que existe, el flamenco.
Allí, entre sombras y muros de piedra, el flamenco paseó todo su arte en una tasca de solera, de esas que te atrapan para siempre.
No obstante, Cádiz deparaba una gran sorpresa, una de esas que llevan su inconfundible sello. Y es que, con motivo de una actuación por parte de sus nuevos propietarios en esa parte del subsuelo del casco histórico de Cádiz, concretamente de la calle San Juan, se descubrió parte del antiguo puerto fenicio de Gadir, ese desde el que partieron tantas civilizaciones.
Desde entonces, este ‘cachito’ de la antigua Gadir es uno de los grandes tesoros de la ciudad, que se puede descubrir y disfrutar a través de una visita guiada que nos adentra en ese apasionante y floreciente Cádiz fenicio de hace tres mil años.
¿POR QUÉ LA CUEVA DEL PÁJARO AZUL? Como tantas otras cosas que envuelven a Cádiz, a su historia, el descubrimiento de esta cueva tuvo su gran dosis de casualidad. Fue el movimiento fortuito de un barril de cerveza lo que facilitó la ‘llave’ a esta ‘puerta’ del subsuelo del casco histórico de Cádiz. Lugar que recibió el nombre de Pájaro Azul en referencia a un famoso bandolero que, a principios del siglo XIX, hizo del subsuelo gaditano su particular paraíso para el contrabando de tabaco.