Levantamos la mirada y nos damos cuenta de que, por fin, estamos en uno de los templos del atún rojo de almadraba. Su techo, pintado con una y mil alusiones a los gigantes de plata (obra de Hoko, Francisco Jesús Alvarado, y su equipo), cual Capilla Sixtina del atún rojo, nos dice que aquí, a escasos metros del puerto de Barbate, se rinde culto a una especie que se ha convertido en santo y seña, en embajadora, de una localidad almadrabera por sus cuatro costados.

Pequeño, coqueto y, sobre todo, con esa autenticidad que aún no ha logrado llevarse por delante tanta modernidad, el Mercado de Barbate es uno de los lugares a los que, en temporada de almadrabas, acudir en busca de ventrescas, huevas, morrillos, tarantelo…, todo fresco.

En sus puestos, los pescaderos, grandes conocedores del producto y, muchos, familia de almadraberos, siempre están dispuestos a ilustrar, a demanda, a los clientes; contando con los certificados que aseguran al cliente que lo que están comprando es verdadero atún rojo de almadraba. ¡Aquí no hay atún ‘bañado’ con jugos de remolacha!
Eso sí, tendrás que tener un poco de paciencia, ya que, llegada la época de capturas, son muchos los barbateños y habitantes de otras localidades que lo visitan, habiéndose convertido en un atractivo turístico de Barbate.
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