Asomada al Atlántico, en un escenario de azules, dorados y verdes intensos, se ‘esconde’ una de las últimas joyas de la costa de Cádiz; uno de esos enclaves, paisajísticos, naturales e históricos, que se torna pura adicción para quienes tienen el privilegio, intencionado u accidental, de descubrirlo y al que ya te puedes asomar a través de las nuevas webcams instaladas con la colaboración del Ayuntamiento de San Fernando.
Una fina lámina de arena, dunas, agua, pinos y marismas a la que han dado forma las mareas y los vientos, los de poniente y los de levante, y que se antoja pieza relevante, imprescindible, de ese espectacular y salinero puzzle llamado Parque Natural Bahía de Cádiz.
Basta con recorrerla una vez, con descubrirla a ‘vista de pájaro’, para darnos cuenta que ella, la playa de Camposoto, es la zona de baño virgen con más historia del Sur de Europa; esa que a lo largo de siglos han escrito las distintas civilizaciones que han hecho de este territorio al sur del sur lugar de anhelos, paso, almadrabas, batallas y conquistas.
Siete kilómetros de naturaleza en estado puro, en los que, desde tiempos inmemoriales, encuentran refugio cientos de coloridas y espectaculares aves; las que han hecho de sus marismas su hogar y esas otras que, llegado el ocaso del verano, ponen rumbo a cálidas tierras africanas.
Siete kilómetros de frente litoral en los que relajarse y disfrutar de esas inolvidables y anheladas jornadas de verano en compañía de familiares y amigos o en los que pasear y dar riendas sueltas a la imaginación por senderos que acuden al encuentro de lugares, naturales e históricos, icónicos y de extrema belleza.
Caminos que nos relatan, que nos invitan a recrearnos, a sumergirnos, en algunos de los pasajes más sobresalientes de esa historia que, en no pocos casos, ha trascendido más allá de nuestras fronteras.
Historias, aún latentes, como la que relata la Batería de Urrutia, fortaleza construida a lo largo del siglo XVIII para defender la entrada a San Fernando por aguas del Caño de Sancti Petri y que, a la postre, fue pieza clave para el retorno a España de la monarquía absolutista tras el Trienio Liberal. O las de esos bunkers que, con sus raíces en la II Guerra Mundial, aún resisten los embates del mar.
Historias, relatos… leyendas que nos conducen a uno de los lugares más mágicos, sino el que más, del litoral español, el Castillo de Sancti Petri. Fortaleza que se antoja el culmen de un escenario, la playa de Camposoto, que escribe su epílogo en uno de esos paisajes vírgenes, desconocido por muchos, de nombre la Punta del Boquerón. Enclave de arenas de seda y dunas que, al capricho de los vientos, engullen la vegetación.
Y es que, según cuenta la historia, es aquí, en el islote de Sancti Petri, donde yace el Templo de Melqart-Hércules, rey-dios de la ciudad fenicia de Tiro, conocido por los griegos como Heracles y por el Hércules por los romanos.
Templo de los más famados y aludidos de la antigüedad y que, según relataron clásicos como Filóstrato o Posidonio, visitaron personajes de la talla histórica de Aníbal, Julio César o Amilcar Barca.
Fortaleza cuyo perfil dibuja uno de los atardeceres más anhelados por aquellos que busca experiencias inolvidables, únicas.