Después de casi tres meses de faena en aguas gaditanas (Conil de la Frontera, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa), gran parte de las almadrabas gaditanas culminan estos días la última de las faenas de esa liturgia milenaria que temporada tras temporada tiene lugar en torno a la captura del atún rojo. Esta faena es la leva o, dicho de otra forma, la retirada del arte de pesca de la mar, su traslado a puerto, limpieza y almacenamiento de cara a la próxima campaña.
Al igual que el calado del arte, se trata de una labor de gran dificultad, que exige de una extraordinaria precisión y cuyo desarrollo (más rápido o pausado) depende de forma determinante de las condiciones que presente la mar.

Aunque esta labor, que precisa de un extraordinario desgaste físico, se ha visto aliviada en las últimas décadas con el empleo de grúas que ayudan a levantar las anclas (cada una pesa alrededor de 400 kilos), sigue siendo una tarea agotadora.
Centenares de anclas, kilómetros de redes y cableado y, también, centenares de boyas tienen que ser retiradas de forma precisa y ordenada de cara a un ‘letargo’ que se extenderá hasta los meses de febrero y marzo, cuando de nuevo se inicien las tareas de calamento con la preparación de todo el material.
Al igual que todo este material, las embarcaciones que forman parte de la puesta en escena que requiere la captura del atún rojo también son limpiadas y amarradas a puerto de cara a la próxima temporada.