El entorno, ya lo saben, importa, y mucho. Y sino que se lo digan a los ostiones de Cádiz, de su Bahía, de San Fernando, de sus esteros. Ostras alimentadas por un clima en el que el sol marca el ritmo y el fitoplactón hace el resto.
De sabor intenso, los que en tiempos pasados fueron base de una alimentación de supervivencia, hoy son piezas de culto en las mejores cocinas y mesas, las de aquí y las de más allá.
Ligados a fiestas tan gaditanas como el Carnaval (Ostioná) , cerrar los ojos y comerse, quizás con un poco de limón, un ostión, es como atrapar un poco de este territorio salino.