Construida en el siglo XVI a base de tejas, ladrillos y desechos de cocción de alfares, hace décadas, siglos, que en la parte superior de esta atalaya de ocho metros de altura e interior abovedado ya no se divisa ni humo ni fuego.
Atrás quedaron aquellas épocas, ya remotas, en las que, junto a un sinfín de torres estratégicamente ubicadas a lo largo de la Costa Atlántica, jugaba un papel destacado, clave, en la vigilancia de unas aguas permanentemente amenazadas por embarcaciones piratas.
Testigo privilegiado de la Batalla de Chiclana, contemplar desde esta atalaya del litoral gaditano como el sol se esconde tras los ‘muros’ del Castillo de Sancti Petri es una experiencia incomparable.