Si a algo sabe la costa de Cádiz, es a pescaíto frito. Un bocado que resume la esencia de un territorio que, gastronómicamente, siempre ha vivido de cara al mar.
Aunque propiamente no es un producto, ya que es el resultado de un sinfín de sabores y texturas del Golfo de Cádiz, quizás (para gustos, colores), refleja mejor que cualquier otra elaboración el carácter marinero de la cocina gaditana y, no menos importante, la forma, alegre y desenfadada, de disfrutarla.
Y es que basta un buen ‘papelón’ de pescaíto frito y una cerveza o vino de la tierra para saber lo que es el placer gastronómico y vital con letras mayúsculas.
Los freidores gaditanos, sin lugar a dudas, son sus templos.