En los últimos años, concretamente desde 2020, en las aguas de la costa de Cádiz se viene produciendo un fenómeno que se ha convertido en casi ‘normal’. Fenómeno que pone en jaque a los tripulantes de las embarcaciones y que, incluso, como ocurrió en julio de 2024 con el velero Bonhomme William en aguas cercanas de la costa de Barbate, provoca el hundimiento de éstas. Hablamos de los ataques de orcas.
Ofensivas que, en mayor número, se vienen produciendo en aguas más cercanas al Estrecho de Gibraltar y que, en la mayoría de las ocasiones, dejan a las embarcaciones que las sufren a la deriva, ya que dichos ataques tienen como resultado la rotura del timón.
En las costas de la Península Ibérica dichos ataques superan ya, de largo, los 600 y, según un informe realizado por la Comisión Ballenera Internacional, estos responden a un modo de diversión de las orcas, sobre todo de las más jóvenes.
Aunque en un principio se barajaron otras motivaciones (la falta de alimentación y el hecho de ver a las embarcaciones como rivales o una perturbación en el comportamiento de las orcas tras la pandemia y el regreso de la actividad náutica), dicho informe centró la causa en un simple y peligroso juego, del que, normalmente, participan individuos jóvenes de entre 3 y 5 metros.

Según señaló Alex Zerbini, presidente del comité científico de la Comisión Ballenera Internacional: “Cuando las orcas juegan con el timón, no comprenden que pueden causar daños significativos, lo hacen por diversión, no por malicia”.
Cabe señalar que la población de orcas de la Península Ibérica está clasificada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como en peligro crítico. Se estima que está conformada por menos de 40 individuos en España.
Como dato positivo, cabe destacar que, según los reportes recibidos en los centros de coordinación de Salvamento Marítimo, las interacciones entre orcas y embarcaciones se redujeron un 40% el pasado verano respecto a 2023 en nuestra costa.