Antes, mucho antes de que comenzáramos a oír hablar de espumas de erizo, reconstrucciones o deconstrucciones, de algas o de otras técnicas y productos; Cádiz, su gastronomía, ya se conocía por su variada y extraordinaria calidad.
Gastronomía que, como hoy, tenía su base en su rica despensa, ‘armada’ con una extraordinaria diversidad de productos top. Productos que, en el caso de la costa, nacían y se criaban en las aguas del Golfo de Cádiz o en los esteros gaditanos.
Bocados que en fresco, salazón o aceite de oliva daban lugar a propuestas tan sabrosas como la que te traemos hoy, el dobladillo; tan gaditano, para muchos, como la propia Caleta.
Creado en un ya lejano 1977 por Manuel Antonio Rodríguez Orta en el icono bar de la Punta San Felipe (nombre con el popularmente se conoce al bar Manolo), el dobladillo es tan humilde como sabroso, con ingredientes al alcance de todos: tomate, (si es de la huerta de Conil, mejor) pan (rebanadas), mayonesa (la de este bar tiene su ‘secreto’) y lo primordial, unos buenos filetes de caballa en aceite. Todo, elaborado a modo de montadito.
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Saborear este exquisito manjar gaditano (ayuda una buena cerveza fría) mientras contemplamos la salida y llegada de barcos al puerto de Cádiz o mientras observamos a quienes pescan con su cañas en esta zona, se antoja (salvo que alguien diga lo contrario, para gustos colores) una de las experiencias más gaditanas que existen en la costa.
Con más de cuatro décadas, como es normal, el dobladillo ya es una institución en Cádiz y de él existen numerosas variedades.
Como se suele decir, bueno, bonito y barato.
