Una de las evoluciones, escasas, que ha experimentado un arte de pesca que aún conserva raíces milenarias es la introducción de la llamada lupara.
Antes, la captura consistía en levantar el copo (compartimento rodeado por las embarcaciones) y el atún rojo moría por asfixia.
Desde hace una década, las cosas cambiaron y ahora son los buzos los que capturan a los ejemplares en el copo de forma individual. Para ello, hacen uso de la llamada lupara, cilindro con un muelle y una aguja percutora que cuenta un cartucho de caza mayor.
Ésta se habilita en la pértiga de la que disponen los buzos y, al hacer presión sobre la cabeza de los ejemplares, tiene lugar una detonación que produce la muerte instantánea del atún, evitándole estrés y sufrimiento.
Se dice que, como tantas otras cosas que tienen que ver con el atún rojo de almadraba, esta técnica fue ‘impuesta’ por los japoneses para conservar la calidad del producto.
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