Hace un tiempo, con motivo de nuestra publicación ‘Oro Rojo’, tuvimos la oportunidad, el privilegio, de hablar con uno de esos buzos que, muchas veces desconocidos, juegan una función principal en el perfecto funcionamiento de la almadraba y, en concreto, en la conducción de los grandes atunes al copo.
Eduardo Rodríguez, curtido en ‘mil y una batalla’ almadraberas, nos apuntaba que, “por complicado que resulte de entender, los atunes rojos, pese a su gran volumen y extraordinario peso, tienen un actitud totalmente pacífica frente a los buzos”.
“Cuando detectan nuestra presencia”, apuntaba, “lejos de tener un comportamiento hostil, lo que hacen es acercarse y clavarnos la mirada. Son tremendamente curiosos, pero, en ningún caso, agresivos con el hombre”.